miércoles, septiembre 10, 2008

A veces

A veces odio esta especie de ataques de misantropia mística que parece que me condenen al insomnio y me obliguen a escribir a las quinientas de la noche. Cuando todo el mundo en su sano juicio ya duerme. Quizás sea por la sensación que tengo en ocasiones de que somos como gotas de agua deslizándose por una ventana en un día de lluvia. Gotas que casualmente, sin querer, a veces cruzan sus caminos. Y entonces se besan y se funden para formar una gota mayor, aunque sólo sea para después volver a separarse. A veces sin dolor. Y otras como lágrimas de angustia y desconsuelo que rompen contra un cristal. Y quiero creer que es por alguna razón. Loable. Estoy convencida. Aunque mejor mañana le doy un par de vueltas y me lo pienso dos veces. Porque ahora mismo, me resulta dificil explicar porqué se cruzan a veces nuestros caminos. Porqué se enredan. Ni porqué tenemos un gemelo, como una gota de agua, que nos toca, se funde, se cruza en nuestras vidas y desaparece. De hecho, quedándose tan pegada a ti, que te cubre como si fuera una lámina invisible. Que se funde hasta formar parte de tu piel. Y siempre está ahí. Siempre. Y a ratos te sientes tan bien que amas ese recuerdo con locura. O tan fatal que lo odias, porque en ocasiones hay gotas que rozan hasta producir ampollas que duelen terriblemente.
Suerte que cosas así sólo suceden a veces. Quizás una vez en la vida. O incluso dos. O docenas. O ninguna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta mañana, en mi taza, hay varias gotas, supongo que formadas por condensación, ó por casualidad, que lo mismo da.
Y juegan a tocarse, fundirse, separarse, acompañarse, enredarse,perseguirse.
No sé si se aman ó se odian ni lo voy a poder averiguar ahora. Ni luego, porque ya no será momento. Así que mejor disfruto su coreografía y despido a la que parte a tu lado de la pantalla. Hasta tu piel; cuídate.
Hoy soy anónimo...