
A veces negros, a veces blancos, rojo sangre o de color gris.
A según qué horas suelen pintarse con las sombras y las penumbras de todo lo que nunca seré. De todo lo que nunca tendré. Y saben a mar muerto; amargos. Húmedos, como tardes de tormenta por dentro. Ciegos, como una noche sin estrellas. Blancos, de dormir sin soñar. Tristes, como arrugar un folio con un poema impreso.
O hacerte viejo viviendo la vida a contrapelo, como si fueras la rueda de una lavadora, que sólo gira hacia atrás haciendo ruido y siempre está a un click de saltar tanto como para tener que volver a empezar.
Últimamente, a pesar de las múltiples capas de maquillaje, se me transparentan los sentimientos cuando me miro en el espejo. Y no puedo soportar ver tanto color gris.
De verdad.